OPINION
Entre quijotesco y evangélico
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Juan Campal
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Martes. Leo, por apreciar el gesto de quien me la ha dejado encima de la mesa de trabajo, una fotocopia de un pícaro líbelo de ayer. Por motivar, escucho la radio. Canta María Dolores Pradera su "José Antonio", ya saben, la de "José Antonio, José Antonio, por qué me dejaste aquí...". Me salto lo de Cecilio Vallejo. No coincido con él, pero le leo, no necesito que me lo cuente nadie, y menos quien tras él se esconde para, como diría un galo, "enmierdar". Me salto lo de "la cacería que se avecinaba en precampaña" porque cómo va a manejar bien los verbos quien no sólo se oculta tras un seudónimo a estas alturas del siglo XXI (¿de qué mundo se puede así dar crónica fiable?), sino que hasta oculta su sexo, ¿o será seso? Me salto lo de "los de la tinta", porque a bien seguro tienen más que yo. Y en cuanto a lo de la "institución de León muy erudita" y por si por ahí viniesen los tiros -escritos, por supuesto-, que erudición no llevo, tan sólo carcajearme. Que servidor conozca y con respecto a mí persona el único vetador, censor, has sido tú, picarzuela. Pero por ello, ni a mi desprecio asciendes, te quedas en lo que me das. Canta ahora Juanito Valderrama la de "ay, pena, penita, pena..." Y como para mí el tiempo es placer, remato este, por si un aquel, al quijotesco modo del: "¿ladrán? Cabalgamos"; y hasta un poco evangélico con "no tires tus perlas a los cerdos" (Mateo 7.6). Suena, ahora, un tango. "Olvídame".
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Juan García Campal
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