OPINION / RUGIDOS MAÑANEROS
Cosas de la vida: a
vueltas con la muerte
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Juan García Campal
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Desde que ayer a la una menos cuarto de la tarde, vamos, post meridium, conocí por este medio de lahoraleonesa.es el próximo cierre del Tanatorio Los Jardines, vengo dándole vueltas en la cabeza a la cosa de la muerte. Mejor dicho, a la cosa del negocio de la muerte. Negocio al que jamás, por más vueltas que la ciencia dé podrá el protagonista hacerle una OPA u Opción Pactada de Aplazamiento.
De siempre se oyó y repitió que era la muerte negocio al que jamás le faltarían clientes, que siempre tendría de ellos superávit. Y ya vemos que clientes mortuorios no faltarán -es ley de vida- pero el nuevo dios, el Mercado, parece que se las arregla con artes -ignoro si bondadosas o de arrastre- para autorregularse, que es como en fino se dice ahora lo que siempre fue y será en los territorios -ahora se diría escenarios- del capital, es decir: el pez grande se come al pez chico.
No tardaremos en ver como a la muerte, palabra, al parecer, fría y heladora donde las haya, se le sustituirá mediante el uso de suavizantes eufemismos y acabaremos conociéndola como VIP (vital interrupción perpetua) o PIV (perpetua interrupción vital) o cualquiera otra que dulcifique las sinergias de esta función tan vital que es el morirse. Todo se andará, tranquilos, pero, mientras, convendría llegar a saber que hay de verdad en todo eso de el muerto al hoyo y el vivo al bollo más que nada porque se han dado nombres y hay personas que tienen en mucho valor eso, el buen nombre, al igual que otros tienen el nombre y el hombre y todo puesto en el curro, ese espinoso y nunca sobrado árbol de la vida de donde vienen casi todos los cotidianos manduques.
De siempre se oyó y repitió que era la muerte negocio al que jamás le faltarían clientes, que siempre tendría de ellos superávit. Y ya vemos que clientes mortuorios no faltarán -es ley de vida- pero el nuevo dios, el Mercado, parece que se las arregla con artes -ignoro si bondadosas o de arrastre- para autorregularse, que es como en fino se dice ahora lo que siempre fue y será en los territorios -ahora se diría escenarios- del capital, es decir: el pez grande se come al pez chico.
No tardaremos en ver como a la muerte, palabra, al parecer, fría y heladora donde las haya, se le sustituirá mediante el uso de suavizantes eufemismos y acabaremos conociéndola como VIP (vital interrupción perpetua) o PIV (perpetua interrupción vital) o cualquiera otra que dulcifique las sinergias de esta función tan vital que es el morirse. Todo se andará, tranquilos, pero, mientras, convendría llegar a saber que hay de verdad en todo eso de el muerto al hoyo y el vivo al bollo más que nada porque se han dado nombres y hay personas que tienen en mucho valor eso, el buen nombre, al igual que otros tienen el nombre y el hombre y todo puesto en el curro, ese espinoso y nunca sobrado árbol de la vida de donde vienen casi todos los cotidianos manduques.
Claro que todo esto, las elucubraciones mentales sobre la muerte, los negocios, los eufemismos y el bollo, y hasta si se quiere el manduque, son cosas mías, rarezas, vamos, un rugido mañanero.
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Juan García Campal
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