OPINION
En mi nombre sí ( y IV)
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Juan García Campal
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Continúo recordando en medio de los ecos de la gran algarabía, en su sentido de enredo o maraña. Pero dejemos eso, por ahora, y continuemos haciendo memorias previa corrección de una fecha: el citado ayer como diario de El Mundo de 18.11.1998 –el del artículo “La tregua un éxito de los demócratas” es en realidad del 17.11.1998-.
Mientras sucedían las cosas que hasta hoy he venido comentando, ¿cuál fue el comportamiento del resto de los partidos democráticos con respecto al Gobierno Aznar? Silencio y respeto, sin duda también esperanza en el éxito del Gobierno. ¿Cuál fue la suya, la cuál la mía? Silencio y respeto, y también esperanza en el éxito del Gobierno. Sería, como es la paz, un éxito de todos y para todos.
¿Cuál fue, en concreto, la reacción del PSOE a todo este proceso que vengo recordando, a la política antiterrorista del Gobierno de Aznar? No emplearé en la respuesta ni una sola palabra mía, utilizaré las de El Mundo del 17 de Septiembre de 1998: “Joaquín Almunia afirmó ayer que quiere reunirse con el presidente del Gobierno para discutir “entre demócratas” la nueva situación que se ha creado. Es una propuesta razonable… Es necesario que los partidos más influyentes en toda España examinen el estado de la cuestión y traten de fijar el campo de sus acuerdos”. ¿Hubo después algarabía o hubo apoyo y respeto? Que cada cual se responda, si aun le queda conciencia o memoria o vergüenza, o, acaso, solamente un poco de pudor.
¿Hubo negociación entre el Gobierno de Aznar y ETA? Creo que sí. Y no porque El Mundo del 9 de junio de 1999 dijese “ETA confirma el inicio de los contactos, propiciados por la mediación del obispo Uriarte”, no, sino porque éste, el obispo Uriarte, jamás lo desmintió, y no creo que dejase faltar a la verdad en su nombre. Yo a ETA, a sus palabras, siempre le he dado poco crédito, si acaso alguno, al silencio de sus armas. Otros, dan o quitan crédito a sus comunicados, según les convenga.
Qué hubo si no para que El Mundo, en su edición del 8 de septiembre de 1999, dijese: “El Gobierno relanza el proceso de paz con el traslado de 105 presos etarras”, “Mayor Oreja, reticente hasta el último momento, subraya que se trata de dar respuesta a 15 meses sin muertos -24 de los reclusos irán a Centros del País Vasco y el resto a cárceles más próximas”. Nada que objetar por mí parte. Silencio, respeto, esperanza.
Lamentablemente, esta esperanza fue rota por la banda terrorista ETA el 21 de enero de 2000 con el asesinato de Pedro Antonio Blanco. ¿Alguien gritó contra el Gobierno? No, todos lo hicimos contra ETA. Y por especialmente violento que fuese ese año, ETA asesinó un total de 23 personas en el año 2000, ningún partido democrático, ningún ciudadano demócrata, en sede parlamentaria o en la calle, reprochó al Gobierno Aznar su política antiterrorista.
Muy al contrario, el secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, propuso al Partido Popular la firma del “Pacto por las libertades y contra el terrorismo”, pacto que aun a pesar de la oposición de parte de los dirigentes del PP, entre ellos Mariano Rajoy, fue firmado el 8 de diciembre de 2000. Pacto que, en su apartado primero “El terrorismo es un problema de Estado”, dice: “Al Gobierno de España corresponde dirigir la lucha antiterrorista, pero combatir el terrorismo es una tarea que corresponde a todos los partidos democráticos, estén en el Gobierno o en la oposición./ Manifestamos nuestra voluntad de eliminar del ámbito de la legítima confrontación política o electoral entre nuestros dos partidos las políticas para acabar con el terrorismo”.
¿Qué más decir? Nada. Es todo tan obvio que acabo como ayer y anteayer. ¿Eran entonces las circunstancias más favorables a la paz que hoy? ¿Alguien me puede afirmar que sí? ¿Han cambiado las circunstancias para mejor, si así se puede decir, o ha cambiado el Partido Popular, él sabrá porqué razones o estrategias, para peor?
Mientras sigo esperando las respuestas, “la fuerza de los argumentos”, sigo diciendo que sí, en mí nombre sí, el Presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, y su Gobierno puede y debe seguir buscando la solución definitiva al conflicto terrorista, sujetos, como yo, como todos, a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico.
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Juan García Campal
http://juancampal.blogspot.com
Mientras sucedían las cosas que hasta hoy he venido comentando, ¿cuál fue el comportamiento del resto de los partidos democráticos con respecto al Gobierno Aznar? Silencio y respeto, sin duda también esperanza en el éxito del Gobierno. ¿Cuál fue la suya, la cuál la mía? Silencio y respeto, y también esperanza en el éxito del Gobierno. Sería, como es la paz, un éxito de todos y para todos.
¿Cuál fue, en concreto, la reacción del PSOE a todo este proceso que vengo recordando, a la política antiterrorista del Gobierno de Aznar? No emplearé en la respuesta ni una sola palabra mía, utilizaré las de El Mundo del 17 de Septiembre de 1998: “Joaquín Almunia afirmó ayer que quiere reunirse con el presidente del Gobierno para discutir “entre demócratas” la nueva situación que se ha creado. Es una propuesta razonable… Es necesario que los partidos más influyentes en toda España examinen el estado de la cuestión y traten de fijar el campo de sus acuerdos”. ¿Hubo después algarabía o hubo apoyo y respeto? Que cada cual se responda, si aun le queda conciencia o memoria o vergüenza, o, acaso, solamente un poco de pudor.
¿Hubo negociación entre el Gobierno de Aznar y ETA? Creo que sí. Y no porque El Mundo del 9 de junio de 1999 dijese “ETA confirma el inicio de los contactos, propiciados por la mediación del obispo Uriarte”, no, sino porque éste, el obispo Uriarte, jamás lo desmintió, y no creo que dejase faltar a la verdad en su nombre. Yo a ETA, a sus palabras, siempre le he dado poco crédito, si acaso alguno, al silencio de sus armas. Otros, dan o quitan crédito a sus comunicados, según les convenga.
Qué hubo si no para que El Mundo, en su edición del 8 de septiembre de 1999, dijese: “El Gobierno relanza el proceso de paz con el traslado de 105 presos etarras”, “Mayor Oreja, reticente hasta el último momento, subraya que se trata de dar respuesta a 15 meses sin muertos -24 de los reclusos irán a Centros del País Vasco y el resto a cárceles más próximas”. Nada que objetar por mí parte. Silencio, respeto, esperanza.
Lamentablemente, esta esperanza fue rota por la banda terrorista ETA el 21 de enero de 2000 con el asesinato de Pedro Antonio Blanco. ¿Alguien gritó contra el Gobierno? No, todos lo hicimos contra ETA. Y por especialmente violento que fuese ese año, ETA asesinó un total de 23 personas en el año 2000, ningún partido democrático, ningún ciudadano demócrata, en sede parlamentaria o en la calle, reprochó al Gobierno Aznar su política antiterrorista.
Muy al contrario, el secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, propuso al Partido Popular la firma del “Pacto por las libertades y contra el terrorismo”, pacto que aun a pesar de la oposición de parte de los dirigentes del PP, entre ellos Mariano Rajoy, fue firmado el 8 de diciembre de 2000. Pacto que, en su apartado primero “El terrorismo es un problema de Estado”, dice: “Al Gobierno de España corresponde dirigir la lucha antiterrorista, pero combatir el terrorismo es una tarea que corresponde a todos los partidos democráticos, estén en el Gobierno o en la oposición./ Manifestamos nuestra voluntad de eliminar del ámbito de la legítima confrontación política o electoral entre nuestros dos partidos las políticas para acabar con el terrorismo”.
¿Qué más decir? Nada. Es todo tan obvio que acabo como ayer y anteayer. ¿Eran entonces las circunstancias más favorables a la paz que hoy? ¿Alguien me puede afirmar que sí? ¿Han cambiado las circunstancias para mejor, si así se puede decir, o ha cambiado el Partido Popular, él sabrá porqué razones o estrategias, para peor?
Mientras sigo esperando las respuestas, “la fuerza de los argumentos”, sigo diciendo que sí, en mí nombre sí, el Presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, y su Gobierno puede y debe seguir buscando la solución definitiva al conflicto terrorista, sujetos, como yo, como todos, a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico.
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Juan García Campal
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