jueves, 22 de marzo de 2007

OPINION


Sobre el consensuado uso
ambidiestro y/o polivalente
de las primeras piedras
(u otra rareza mía)
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Juan García Campal
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Este fenómeno más político que social se produce sobre todo en época electoral, de aquí estoy yo y ved que bueno que soy que no os he olvidado, o de autoafirmación previa a la adhesión inquebrantable.
Normalmente el común de vecinos, usted, yo, el otro, no celebramos las primeras piedras de nada, excepción hecha de expulsar la del riñón si fuera caso y alivio. A lo sumo, las usamos, las piedras, para sentarnos a esperar la finalización de las obras, públicas principalmente.
Por otra parte, gremio tan relacionado con ellas y otros materiales similares como pueda ser el de la construcción, me refiero a los currelantes, celebra y coloca "el ramo" al cubrir aguas.
Sin embargo nuestros siempre poco bien ponderados cargos públicos vocacionales -bien lo sean por elección democrática, bien por designación dedocrática y popularmente conocidos como políticos- acostumbran, no sin boato y gasto -público a mayor abundamiento-, a celebrar la colocación de la primera piedra de cualquier cosa que encarguen que hagan otros con nuestros dineros, tal que lo hiciesen con los suyos y de gratis para el vulgo, nosotros.
Yo no comprendo esta costumbre y no voy a decir que me ofenda, pero sí que me mosquea un poco, pelín, vamos.
Sean de la tendencia o sensibilidad -que fino me ha quedado- que sean, llegan -previamente ya les han montado el marco apropiado (carpa, entarimado, etc.), hecho el agujero que acogerá tan noble y trascendente acto, es decir, la piedra, la caja o urna con los periódicos de tan graciosa fecha y algún fetiche más al gusto de la autoridad competente, así como la pasta fraguadora y herramienta ad hoc- y, entonces, es cuando con exquisita elegancia y distinción protagonizan el histórico momento, ¡aquí lo vais a tener!, ¡pues buenos somos nosotros! ¡Os vais a enterar!
Claro, para ello, la prensa -sector fotográfico- ha sido oportunamente convocada, así como también las autoridades de otros ramos, incluidos normalmente el eclesiástico y militar. Tras tan cansado acto se suele ofrecer -cómo no, que somos gente de bien- a los presentes, u ofrecerse a ellos mismos, un vino español debidamente acompañado de una frugal, o no tan frugal, manduca en evitación de estragos que puedan ser atribuidos al sin igual vino nacional. Y todo, insisto, de gratis total. Bueno con cargo al presupuesto de gastos, que es el que creen suyo aunque también es nuestro ya que rellenamos el de ingresos.

Podrán decirme los unos y los otros que tal acto -aquí dirán lo de "social"- no grava el presupuesto de gastos de representación, ni el de publicidad y propaganda, y yo me lo creeré, faltaría más, aún cuando la Ley de Contratos de las Administraciones Públicas cita como primer acto de una obra, no la primera piedra, sino el de comprobación del replanteo, pero claro, esto ya son tecnicismos que a nada conducen, si no es a la confusión de las buenas gentes.
En fin, que a servidor, a pesar del consenso existente alrededor de esta costumbre, le gustaría que hubiese menos primeras piedras y más realidades que funcionasen a tiempo, bien y no multiplicasen su presupuesto inicial.
Pero ya titulo que puede ser otra rareza mía y ésta sea una loable tradición de nuestros poderes interinos, ¿porque es lo que son?, ¿o no?
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Juan García Campal
http://juancampal.blogspot.com


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