OPINION / RUGIDOS MAÑANEROS
bosque encantado
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Juan García Campal
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¡Lo sabía! ¡Lo sabía! Llevo años pasando delante de este árbol al menos dos veces al día, cinco días a la semana. Pero hasta hace escasos días, no más que los que lleve envejecida la primavera, no le descubrí esos implantes que luce por encima de su primera cicatriz y también de su primera rama. Tardé en decidirme a fotografiarlo. Está aquí en León, muy céntrico, pero no les diré dónde porque hay mucho desalmado. También le hice una de cuerpo entero, pero esa sería delación total y no hay caso.
Sí, en un primer momento, pensé como usted ahora piensa en restos de un viejo tendido eléctrico. Pero no, nada de eso. Cómo hubiera escapado a la diligencia municipal incluso al interés y defensa medioambiental de la distribuidora del ramo y de turno. ¡Imposible!, pues buenos somos en este León de nuestros desvelos, jornadas y labores.
Sí, en un primer momento, pensé como usted ahora piensa en restos de un viejo tendido eléctrico. Pero no, nada de eso. Cómo hubiera escapado a la diligencia municipal incluso al interés y defensa medioambiental de la distribuidora del ramo y de turno. ¡Imposible!, pues buenos somos en este León de nuestros desvelos, jornadas y labores.
Qué eran, qué son, entonces esa especie de antenillas dotadas de una base en apariencia cerámica. Es viejo que las apariencias engañan, y hoy en día sabemos que en un espacio como el que ocupa cada una de ellas, caben microchips capaces de acumular, procesar y volver a poner en emisión incluso subliminal cienes y cienes de datos, miles de mensajes, millones de noticias, billones de olvidos, millardos de órdenes.
Desde el primer día que los descubrí -¿serán, los, serán, las?- he sentido un mayor aprecio por el árbol que los sufre, o goza, a saber. Es una especie de sentido filial hacia esa viva representación de la MAdre naturaleza. Al acercarme a él siento tambalearse mi radicalismo, mis más firmes convicciones, el espíritu crítico se me pone en descanso, las reacciones más arraigadas no llegan ni al prevengan. Y está tan cerca de un nudo de comunicaciones que si esos efectos se expanden a más ciudadanos que al que suscribe ya toda esperanza está perdida. ¡Ay, MaMá!
Hoy por fin creo haber descubierto lo que sin duda es. Y por pura asociación de ideas (quiten lo de "pura" -lo aborrezco- y pongan "sencilla") con la noticia dada por lahoraleonesa sobre la cibernética pirueta, o salto, dado por Amilivia a la cosa esta de los blogs (bienvenido compañero, te lo has currado, ¿o te lo han currado?). Yo creo que esas antenillas son unos ingenios exclusivamente dedicados a amplificar la presencia virtual de la página web y del blog de don Mario, nuestro alcaldable alcalde. A partir de ahora, o quizás ya desde el 2005, primera entrada que registra su bitácora presentada hoy al público, no hay nadie ni nada que pase cerca de su radio de acción que no quede impregnado de sus consignas y seguridades o que sienta su cerebro succionado de cualquier idea válida para su programa electoral permanente abierto hasta el último día de campaña. De ahí sus desaires últimos con la dirección de su partido, de ahí su gallardía musical, su permanente tormenta de ideas y baile o equilibrismos de personas en su lista, su repentina advocación nazarena.
Yo cambiaré de recorrido, o pasaré por allí transmutado y/o recitando jaculatorias que me impidan caer a la tentación de sus encantos, porque, no se para usted, pero para mí, después de todo lo visto en este hombre que todo lo mira como el que ve llover, toda la ciudad es un bosque encantado y ahora más todavía que nos va, o nos van a contar su vida, hechos y milagros. Ya tiene duende la cosa.
Y pensar que yo venía hoy dispuesto a escribir de lo zumbado y aburrido que hay que estar para tener ganas de ir de cañas con Rodríguez Zapatero, o con Rajoy, o Fernando Alonso. Que desaboridos, madre, eso es que no conocen a mi vecina del quinto.
Yo cambiaré de recorrido, o pasaré por allí transmutado y/o recitando jaculatorias que me impidan caer a la tentación de sus encantos, porque, no se para usted, pero para mí, después de todo lo visto en este hombre que todo lo mira como el que ve llover, toda la ciudad es un bosque encantado y ahora más todavía que nos va, o nos van a contar su vida, hechos y milagros. Ya tiene duende la cosa.
Y pensar que yo venía hoy dispuesto a escribir de lo zumbado y aburrido que hay que estar para tener ganas de ir de cañas con Rodríguez Zapatero, o con Rajoy, o Fernando Alonso. Que desaboridos, madre, eso es que no conocen a mi vecina del quinto.
Pero en fin, se sabe, esto son cosas, rarezas mías, rugidos mañaneros. El día que me expropien el patrimonio del humor y la ficción, me suicido con tristezas y realidades.
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Juan García Campal
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