martes, 24 de abril de 2007

OPINION / RUGIDOS MAÑANEROS

Carta a los padres de la posible
circunstancia del chaval del presunto
infiltrado en el sector del taxi
que dice ser y llamarse
Arturo Orellana
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Juan García Campal
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Les escribo dada la menoría de edad de su hija. Lo hago, por si lo que voy a informarles les sirviese de prevención y porque, padre como ustedes, sé no me gustaría ver a mi hija, ni aún siendo mayor de edad, como escudo, paraguas, o mera disculpa de dimes y diretes dignos del más insigne correveidile cronista de este mundo local y provincial.
Conste que de tal fenómeno de, cuando menos, abuso de confianza y falta de discrección con respecto a las opiniones, orígenes y quehaceres de una menor, fui yo el primero en extrañarme. Pues ni entre los periodistas y colaboradores de La Crónica de León desde que el mundo es mundo, y aún menos entre los taxistas, y en ambos casos de cualquier sexo, es dado reproducir públicamente -por si se contribuyese a hacerla voluntaria y coscientemente vox pópuli- tales cosas de una menor que, como cualquier sensata persona sabe, por su propia juventud puede ser de juicio y criterio mudables, ya que se encuentra aún en plena formación; y menos aún, por más grave, poner, como muy bien puede ser el caso, en su boca lo que no va más allá de, y me repito, dimes y diretes de insigne correveidile. Y lo de "insigne" nadie lo dude, lo sabemos todos de buena fuente, que lo ha escrito él mismo.
Pero no es esto lo que más pre-ocupación me produjo. Al fin y al cabo de los periódicos ya se sabe: lo que hoy es noticia, mañana envuelve el pescado. Claro que esto de lo digital, ni eso.
Antes de dirigirme a ustedes conste que he intentado reiteradas veces ponerme en contacto con él, el que dice ser y llamarse Arturo Orellana, con el fin de darle esta mi opinión en privado, en el incomparable marco móvil de una carrera de taxi, pero me fue imposible de todo punto. Por dos días seguidos requerí sus servicios a la Central de Radio Taxi de esta Capital. El lunes me dijeron que no contestaba el ut supra mencionado Arturo Orellana, por quien yo había preguntado manifestando de mano ya que desconocía su número de licencia. El martes, y aprovecho aquí para disculparme con la o las trabajadoras de la Central de Radio Taxi a quien ocupé su tiempo para nada, tampoco, sin número de licencia no hay manera de dar con él. Bien, pues qué hice, preguntar en el Ayuntamiento; y ahí sí, sin problemas, me confirmaron que el susodicho individuo no goza ni padece licencia alguna concedida por el Aytoleon.es. Pero y si... nada de nada, ni páginas blancas, ni amarillas, ni tan siquiera en las por imprimir. Vamos, resumiendo, que miente más que habla el susodicho o es trucho, que le dicen los argentinos a los taximetreros y remiseros que funcionan con licencia falsa. Quedaba pues la prueba de fuego. ¿Y cual era? Pues fácil, paciencia y acto público. Y ahí calló y cayó con todo el equipo. Uno que tiene amigos hasta en el infierno, provocó vía apuesta que el pasado viernes con motivo de autobombo y platillo en el Palacio de los Gúzmanes, en uno de los momentos en que el Patio se hizo plaza, y desde muy cerca del individuo en cuestión se simulase una llamada a "¿Es el taxi de Arturo Orellana?" Me cuentan que su palabra invernó, quedó helada, y su tez, por más que morena, enrojeció. Buscó a quien llamaba pero a nadie encontró, o quizás a tantos que optó por recomponer su sorprendida compostura. Pero me dicen también, que ya nada fue igual aquel día, que todo él fue borrasca. ¿Se lo habrá contado a alguien?
Es un claro caso de personalidad múltiple lo de este chico. Tiene cosas, mantiene actitudes de permanente y antiguo meritorio. Yo, si bien lo quisiese -
pero ya saben, ni a mi desprecio asciende- se lo haría mirar, seguro que aún está a tiempo para un diagnóstico precoz y pre-coz. Esta multiplicidad, escisión o división mental, y todos sus véase, de la que constantemente hace gala fue ya bautizada, como ustedes bien sabrán, por el doctor Paul Eugen Bleuler (1857-1940).
Me informo leyendo de que puede deberse a una inestabilidad de la personal personalidad y, por echar una mano, en el buen sentido, de ahora en adelante le enviaré todas las oposiciones que convoque la ULE, por la que también lo veo desvelado, y por ver si se presenta, aprueba y así relaja un poco. Lo haré por correo del llamado ordinario, no en mano, no sea cosa que sea mutante su padecimiento y me lo contagie. Ya sólo leer de su pluma el "prestigiosos" atribuido a los resultados de mi gusto o afición plumífera casi me provoca un paralís dactilar, una sequía ideal y un ataque de pánico a la pantalla en blanco. ¿No traería encriptado el epíteto el virus de mi resfrío?
En fin, nada, ya lo decía mi abuela: de donde no hay, no se puede sacar.
Mis mejores deseos a ustedes y a su hija. De lo del taxista o trucho, con el perdón de todo el sector, pues qué quieren que les diga: que hay personajes que es mejor que no hablen de uno, pero que de hacerlo, ya, al menos, que no sea bien. Lo digo, por el amparo que buscó el susodicho en su hija para disimular su usual carencia de bonhomía.
Claro que como este lunes es martes y tengo la ociosidad desacostumbrada igual por eso todo esto se parece a un rugido mañanero. Me sepan disculpar.
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Juan García Campal
http://juancampal.blogspot.com/

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