martes, 1 de mayo de 2007

OPINION / RUGIDOS MAÑANEROS

1º de Mayo
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Juan García Capal
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Hoy acudiré, como cada año, a la manifestación del 1º de Mayo. Viene a ser una de las tradiciones que heredé, bien cierto que de forma oral, y que sigo desde que ello es posible. Y en este "ello es posible" no entran, como bien se podrá suponer, aquellas representaciones totalitarias de tablas gimnásticas y bailes regionales que organizaban algunos demócratas orgánicos -pendientes de reconversión a la simple y llana, pero digna y cierta, democracia- para propaganda del régimen o dictadura franquista y solaz del -ísimo general. Estaré principalmente, porque ellos -los que me hablaron de la historia del 1º de Mayo en Chicago y España, en Asturias, los que tantas cosas me enseñaron- estarían; porque he de homenajear su memoria, ocupar su sitio y el mío. También, cómo no, por las que hoy son las principales reivindicaciones sindicales: la igualdad y el empleo de calidad, y también por un orden mundial más justo y en Paz.
Sé que no seremos cientos de miles. Es igual, no tiene importancia ese número para mí. Lo tiene saber cual es mi sitio indubitable, tener presente que por muchas cosas que me separen o con respecto a las que pueda ser crítico, son muchas más las que a lo largo y ancho de los siglos me unen a lo que ya no sé si es políticamente correcto llamar movimiento obrero, pasear las calles junto a los que sé -como sé la incorrección política del término- de mi misma clase. Que viejo soy que aún me unen y creo estas cosas, más que banderas, territorios y otras historias. No será mi caminar profesión de fe en nada, ni en nadie, soy agnóstico hasta de mi mismo. Será buena memoria, homenaje, gratitud a quienes así me enseñaron y a cuantos lo han hecho posible sin recompensa alguna y en muy peores condiciones. Con su memoria iré, con mi libre presente y mis contradicciones, también con mi espíritu crítico y la rabia y la vergüenza por para lo que algunos usan los derechos cuya consecución tanto humano sacrificio requirió (no más deberes sin derechos, ningún derecho sin deber). Y sí, cantaré, sí, y contento y esperanzado
la letra del himno de la clase obrera, trabajadora, del movimiento obrero por antonomasia, La Internacional.
De niño, de viejo también podría decir ahora ya, me vienen estas emociones. No creo que deban ser llamadas romanticismo, incluso a pesar de mis contradicciones. Es tanto lo que siento al recordarlas, tanta la rabia porque aquellos y aquella que me las trasmitieron no hayan podido llegar a este, aunque tan defectuoso, mejor presente, que se aprieta el corazón y se me encrespa la memoria.

Así que mejor les deseo ¡Salud! a todos y dejo, aquí ya, esto que saben producto de mis rarezas, un rugido mañanero.

Juan García Campal
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